LUCÍA y LA CONCIENCIA.- Esta es mi vida y cada minuto tengo menos tiempo. Soy de la generación de las super-mujeres. Soy una esclava oficinista con un salvapantallas con vistas a una playa paradisíaca, casi inalcanzable. La publicidad me hace desear cremas y ropas, desear verme cada vez más joven y más delgada. Tengo un empleo que odio para comprar cosas que no necesito y de las que dependo cada día más. Crecí con la televisión, que me hizo creer que algún día sería estrella del pop o actriz de cine y aquí estoy, lo que hace que me sienta muy, muy frustrada. Convivo con Internet, que me mantiene siempre conectada, siempre localizable, esa red que me hace creer que soy dueña de la información… pero no lo soy y poco a poco me voy dando cuenta. Soy parte de un molde social que se preocupa por crear autómatas de convicción y que evita que cada uno de nosotros sea distinto a los demás, todos iguales, todos grises y aburridos, todos convertidos en pobres marionetas desgraciadas, alimentadas por la publicidad y por las fuentes de poder, donde el largo de los hilos son nuestros propios límites, cada vez más cortos, cada vez menos interesantes, cada vez más conformistas. Y no quiero seguir más, porque empiezo a sentirme como el perro que salta por una galleta y eso me parece vulgarmente patético.
LA CONCIENCIA.- Lucía reacciona, ¡por favor!
LUCÍA.- Es cierto. En los últimos años me he esforzado pero todo sigue igual y mis días se repiten, uno a uno y todo empieza a ser tan predecible… solo soy un ente que se limita a trabajar, comer, beber y dormir, para luego acabar muriendo. (Decidida) Esto tiene que cambiar. Será de una forma diferente. Siempre debió ser diferente.
lunes, 18 de octubre de 2010
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